miércoles, marzo 29, 2006


Si encuentras el mas mínimo rastro de sentido en el texto que constituye el cuerpo de este post, muy posiblemente deberías ver a in siquiatra. La nubes, cuando dejan de serlo, se convierten en pequeños golpes húmedos que al sentirlos hacen reflexionar acerca de la arbitrariedad de las definiciones y del tamaño del infinito.


Por supuesto, la primera vez que uno se imagina el infinito se siente obligado a vomitar, a partir de ese momento se acostumbra a evitar a pensar en las cosas que no se pueden pensar y a reconocerlas solo por las propiedades que uno puede deducir de esas cosas. La manifestación mas clara de la conciencia es la gesticulación, cuando se ve llorar honestamente a una persona se está lo mas cerca que se puede a contemplar su alma, es por esto que es tan doloroso ver a alguien hermoso hacerse daño, uno espera que la estimulación estética producida por alguien se corresponda con todas las características que considera buenas en un ser humano, incluyendo el amor propio. Siempre me he preguntado si toda la gente puede sentir amor propio honestamente, con mas presición lo que quiero decir es ¿la gente que me desagrada se puede agradar a si misma? es evidente que esta pregunta tiene una calidad subjetiva de la que no tiene sentido intentarse deshacer. Siempre se piensa que los que son diferentes son idiotas, pero de ser esto cierto todos seriamos idiotas, pues son tantas las mediciones cualitativas y cuantitativas que se pueden hacer de una persona que no existe nadie parecido a otra persona, además la importancia de estas diferencias es una cualidad en si mísma, entonces lo realmente maravilloso de la condición humana son las cosas en las que coincidimos, y las coincidencias se deben celebrar, creo en consecuencia que celebrar las diferencias es despreciable, es decir que la individualidad es menos sorprendente que la coincidencia intelectual y moral, los que se sienten orgullosos de sus diferencias con los demás se sienten orgullosos del vacio.